No hacía falta poseer una formación de economista profesional para darse cuenta como se daba cuenta Hitler, de las consecuencias socio políticas de ciertos acontecimientos que hasta el momento habían repercutido sobre Alemania, como la inflación de 1923 que afectaba a la vida de todas las familias germanas. Respecto al paro galopante, este supuso un progresivo incremento que llevó de un millón trescientos cincuenta mil parados en septiembre de 1923 a seis millones ciento treinta y nueve mil en 1933. Estas cifras solamente hacen referencia a los desocupados registrados, pero no reflejan al total de los parados efectivos del país ni tienen tampoco en cuenta a los desocupados temporales en aquel periodo. La clase media no poseía sindicatos ni seguro de desempleo; el pequeño propietario, el tendero o el modesto industrial se veían obligados a vender sus propiedades a precios de devaluación. Propiedades que iban a parar a manos de los magnates de los negocios y de los especuladores. En las masas alemanas, en especial entre la clase media modesta, reinó durante la inflación un sentimiento anticapitalísta dirigido contra los grandes consorcios industriales, los trust y los grandes bazares tras cuyos negocios se ocultaban seres extraños al verdadero pueblo alemán y ajenos al sufrimiento de las masas (2). Esta es la Alemania que heredó Hitler a principios de 1933. El programa de reivindicaciones presentado por el Nacionalsocialismo era el siguiente: liquidación de las secuelas del infamante Diktat impuesto tras el Tratado de Versalles; rearme a nivel de los demás países, supresión de los partidos marxistas; lucha contra la degeneración en todas sus formas, exaltación de la Raza; afirmación de la Gran Alemania y liquidación del paro obrero, para lo cual resultaba imprescindible el abandono del sistema capitalista y de su herramienta, el Patrón Oro, sustituyéndolo por el Patrón Trabajo (las teorías económicas de Hitler representaban el retorno al Orden Natural de la Economía y, a su vez, el aplastamiento del "Sistema" en Alemania) (3).
Escribía con acierto un tal Pujol a mediados de los años treinta en la revista "Aspa" (4)que si un taumaturgo animado de ideas subversivas hiciera volatilizarse súbitamente el hierro del mundo, produciría una catástrofe inmensa. Las ciudades modernas se vendrían abajo de repente; desaparecerían los buques y las locomotoras; se perderían un sinfin de instrumentos de trabajo; sería como si no hubiesen existido nunca el automovilismo o la aviación; quedarían sin cultivar las tierras. Pero que este mismo taumaturgo hiciese desaparecer todo el oro habido en el planeta y la única contrariedad que ocasionaría sería que algunos millares de personas perderían parte de su dentadura. Ni para la alimentación del hombre ni para la construcción de nada esencial se echaría de menos al oro. Tan inútil es que de hecho no se emplea sino como un fetiche, bien encerrado en determinados sótanos bancarios.
El oro es el fetiche que el Sistema de la Finanza Internacional esgrime como medio de dominación mundial. Decía Hugo Wast en su obra "Oro" (5) que "mientras los otros pueblos manejan la espada, el judío, arrinconado en el Ghetto, aprendía los secretos del oro. A medida que lo acaparaba, y a fin de aumentar su valor, sus financistas iban haciendo penetrar en las universidades y en los libros cristianos, como un dogma económico (pero del cual se mofarían los siglos venideros): "no puede haber moneda sana que no tenga por garantía el oro".
Pero este poder internacional lo que esgrime como arma no es el oro en sí, metal pesado, difícil de transportar y de manejar en grandes cantidades, sino el "fantasma"del oro, la representación nominal, la sombra del oro. Arguyendo que en tales o cuales sótanos bancarios lo tienen encerrado como a un animal fabuloso, capaz de originar los mayores desastres, mostrando los papeles que acreditan tenerlo allí realmente, la Finanza sionista ha logrado durante muchos años intimidar al mundo. En torno a la potencia misteriosa de ese fetiche se ha construido una especie de ciencia esotérica mejor una pseudociencia disfrazada de grandes ropajes de disquisiciones abstrusas - cuyo conocimiento monopolizan ciertos "técnicos" al servicio del poder sionista de la Finanza (6)…
…Ante el espectáculo de los pueblos sometidos al sistema económico capitalista, y queriendo Hitler sustraer a Alemania a tal esclavitud, afirmaba rotundamente que "el pueblo no vive para la Economía y la Economía no existe para el Capital, sino que es el Capital quien sirve a la Economía y la Economía al Pueblo".Había demostrado a su vez con hechos palpables que la riqueza no es el oro sino el trabajo. Y así iba quedando en entredicho la aberración de que el dinero debe privar por encima de los valores del espíritu. Hitler había recibido, como vimos, una Alemania arruinada tras la derrota de 1918 y por las sanciones económicas impuestas, y exhausta a causa de la gran crisis y de las luchas internas. Con sus nuevas fórmulas económicas pero no menos gracias a su férrea voluntad y a la inteligencia y disciplina de un pueblo - Hitler estaba elevando a la minúscula Alemania al rango de gran potencia internacional. El presidente americano Roosevelt, que había ascendido al poder al mismo tiempo que Hitler, gobernando un país 19 veces mayor que el Reich, contando con recursos económicos infinitamente superiores y dotado de vastos campos agrícolas y fértiles tierras, no lograba encontrar el medio de dar trabajo a sus once millones de parados. Ni siquiera Inglatarra y Francia, pese a sus imperios coloniales, lograban librarse de las secuelas de la gran crisis al seguir estando sometidas al Sistema del becerro de oro (8).
Lo importante para Hitler no era el tener cierta cantidad de oro en una gaveta o en un sótano de banco, sino el que las gentes comiese lo mejor posible, que viviesen en casas higiénicas, decorosas y estéticas, que pudiesen trasladarse cómoda y fácilmente de un lugar a otro en medios de locomoción propios o públicos, se vistiesen con decencia y elegancia, dispusiesen de libros, de objetos artísticos, de centros de cultura, de escuelas, universidades y museos, que tuviesen teatros, lugares de esparcimiento físico y recreativos, templos para el culto divino y, por supuesto, medios de defensa. El oro no crea nada y sin creación de riqueza, ¿cómo habría de conseguirse y sostenerse un estado de prosperidad y de bienestar como el descrito?.
Si los "superdotados" de la denominada "Ciencia Económica" alegaban que tales tierras no podían dedicarse al cultivo ni emplear en ellas a un determinado número de parados a consecuencia de que no había dinero para llevar a cabo tal empresa, esta razón era generalmente aceptada. Pero el sistema Nacionalsocialista se desentendía de que hubiese o no divisas en las cajas bancarias u oro en sus sótanos; lo que hacia era emitir el dinero papel necesario; con esas tierras puestas en cultivo creaba una nueva fuente de trabajo, empleaba a su vez a los cesantes y con ello aumentaba la producción. Este mismo aumento de la producción era la garantía de la anterior emisión de dinero que se había lanzado. De esta forma, en vez de ser el oro el que apuntalase el billete de banco, era el trabajo quien lo sostenía. Dicho en palabras del propio Hitler: "La riqueza no es el dinero sino el trabajo mismo".
Si en determinado lugar se contaba con individuos sanos, capaces de desempeñar un trabajo, y a su vez habían obras que llevar a cabo, el Sistema financista preguntaba si además, había dinero, pues sin este tercer requisito las obras no daban comienzo y los parados continuaban como tales. El sistema Nacionalsocialista no preguntaba por el tercer requisito, el dinero, pues la producción que llevarían a cabo los hombres puestos manos a la obra, fruto de su trabajo, era un valor en sí mismo. Y todo valor, toda riqueza (en este caso el de las obras realizadas) ha de estar representado por un dinero. En definitiva, el dinero viene luego, y sólo como símbolo de ese valor intrínseco y verdadero. Hitler había advertido: "No poseemos oro, mas el oro de Alemania es la capacidad de trabajo del pueblo alemán. La riqueza no está en el dinero, sino en el trabajo". Los embaucadores internacionales, paladines del becerro de oro, clamaban horrorizados que aquello era una pura herejía que atentaba contra la infalible "Ciencia Económica" erigida en tabú. Hitler refutaba que "el crimen no es atentar contra ciertos principios de una tal pseudo ciencia económica sino el mantener cesantes indefinidamente a millones de individuos sanos y fuertes".La inflación decía Hitler no la provoca el aumento de la circulación monetaria, nace el día en que se exige al comprador, por el mismo suministro, una suma superior que la exigida la víspera. Allí es donde hay que intervenir. Incluso a Schacht tuve que empezar a explicarle esta verdad elemental: Que la causa esencial de la estabilidad de nuestra moneda había que buscarla en los campos de concentración. La moneda permanece estable en cuanto los especuladores van a un campo de trabajo. Tuve igualmente que hacerle comprender a Schacht que los beneficios excesivos deben retirarse del ciclo económico."Todas estas cosas son simples y naturales. Lo fundamental es no permitir que los judíos metan en ellas sus narices. La base de la política comercial judía reside en hacer que los negocios llegasen a ser incomprensibles para un cerebro normal. Se extasía uno ante la ciencia de los grandes economistas. ¡Al que no comprende nada se le califica de ignorante! En el fondo, la única razón de la existencia de tales argucias es que lo enredan todo... Sólo los profesores no han comprendido que el valor del dinero depende de las mercancías que el dinero tiene detrás. Dar dinero es únicamente un problema de fabricación de papel. Toda la cuestión es saber si los trabajadores producen en la medida de la fabricación de papel. Si el trabajo no aumenta y por tanto la producción queda al mismo nivel, el aumento de dinero no les permitirá comprar más cosas que las que compraban antes con menos dinero. Evidentemente esta teoría no hubiera podido suministrar la materia de una disertación científica. Al economista distinguido le importaba sobre todo exponer ideas envueltas en frases sibilinas". "Demostré a Zwiedineck que el Patrón Oro, la cobertura de la moneda, eran puras ficciones, y que me negaba en el futuro a considerarlas como venerables e intangibles; que a mis ojos el dinero no representaba nada más que la contra partida de un trabajo y que no tenía por tanto valor más que en la medida que representase trabajo realmente efectuado. Precisé que allí donde el dinero no representaba trabajo, para mí carecía de valor…”.
Alemania no era la hermética Rusia, sino todo lo contrario. Todo el que quiso cerciorarse de aquella gran verdad pudo comprobarlo e informar sobre el propio terreno. A España llegaban las informaciones de prensa desde el Reich a través del corresponsal de "ABC" César González Ruano, autor de una serie de magníficos reportajes al respecto. Economistas de un sinfín de países comprobaban sorprendidos aquellos éxitos. El norteamericano Radcliffe Collage tuvo a bien enviar a la capital alemana al economista antinazi Máxime Y. Sweezy, quien refleja sus impresiones al respecto en su obra "La Economía Nacional Socialista": El pensamiento occidental, cegado por los conceptos de una economía arcaica, creyó que la inflación, la falta de recursos, o una revolución, condenaban a Hitler al fracaso... Mediante obras públicas y subsidios para trabajos de construcción privada se logró la absorción de los cesantes. Se cuidó de que los trabajadores de determinada edad, especialmente aquellos que sostenían familias numerosas, tuvieran preferencia sobre los de menor edad y menores obligaciones... Se desplazó a los jóvenes desocupados hacia esferas de actividad de carácter más social que comercial, como los Cuerpos del Servicio del Trabajo, de Auxilios Agrícolas y de Trabajo Agrícola Anual.
"En el otoño de 1936 ya no existía duda alguna sobre el éxito del primer plan cuatrienal. La desocupación había dejado de ser un problema e inclusive se necesitaban más obreros. El segundo plan cuatrienal quedó bajo la dirección del general Göring, cuya principal meta era independizar a Alemania de todos los víveres y materias primas importadas...
"La estabilización de precios que resultó de la intervención oficial Nacionalsocialista debe conceptuarse como un éxito notable, único en la historia económica desde la revolución industrial." (11).
Y, ¿cómo había logrado Adolfo Hitler tan milagrosa transformación si Alemania carecía de oro en sus bancos y en sus minas, y de divisas en sus reservas?. Desde luego la fórmula no era un secreto, pero resultaba inverosímilmente simple ante tanta disquisición pseudocientífica de la enrevesada economía financiera sionista que los poderes del Sistema habían hecho circular por el mundo. Se basaba, principalmente, en el citado principio de que "la riqueza no es el dinero sino el trabajo". En consecuencia, si era el dinero lo que faltaba, se emitía, y si los embaucadores de la Alta Finanza alegaban que tal cosa era una herejía, bastaba con aumentar la producción y con regular los salarios y los capitales para que no se produjera ningún crack económico. Cuando la masa de billetes que circula en un país está en proporción de sus necesidades comerciales y de su producción, esos billetes conservan intacto su valor habitual, aunque no tengan ni un gramo de oro como garantía. El citado economista norteamericano Sweezy pudo comprobar como se daba ese audaz paso económico, escribiendo a posteriori: "Los dividendos mayores del 6 % debían ser invertidos en empréstitos públicos. Se considera que el aumento de billetes es malo, pero esto no tiene gran importancia cuando se regulan los salarios y los precios, cuando el gobierno monopoliza el mercado de capitales y cuando la propaganda oficial entusiasma al pueblo" (12)…
…la influencia de los sionistas se neutralizó a fin de que no afectara al resto de trabajadores, "con objeto de que el contagio fuera mínimo"; y las ganancias de los negociantes se redujeron a límites razonables. (13)
La importancia que la economía Nacionalsocialista atribuía a la producción no sólo era como medida de lucha contra la desocupación, como hemos podido constatar, sino como capital efectivo de la nación.
Nuestra misión en el futuro será también la de preservar de ilusiones al pueblo, alemán. La peor ilusión es la de creer que se puede gozar de algo que anteriormente no ha sido creado y producido por el trabajo. Con otras palabras: Nuestro deber en el futuro será también el de hacer comprender a todo alemán, tanto de la ciudad como del campo, que el valor de su trabajo siempre debe ser igual al de su salario. Es decir, el labrador sólo puede recibir a cambio de los productos que obtiene de la tierra aquello que el obrero de la ciudad ha alcanzado anteriormente con su trabajo y este último a su vez sólo puede recibir lo que el labrador ha conseguido arrancar del suelo y todos entre sí sólo pueden cambiar aquello que producen; la moneda sólo sirve para desempeñar su papel de medidora; en sí misma no posee ningún valor propio. Todo marco que se pague de más en Alemania presupone que el trabajo ha sido aumentado por el valor de un marco, pues de lo contrario este marco es un simple pedazo de papel desprovisto de todo poder adquisitivo. Sin embargo, nosotros queremos que nuestro marco continúe siendo un papel honrado, una orden de pago por el producto de un trabajo igualmente honrado, la única y efectiva. Por esta razón hemos sido capaces, sin oro y sin divisas, de mantener el valor del marco alemán y con ello hemos asegurado el valor de nuestros depósitos de Caja de Ahorros en una época en que aquellos países, que rebosaban de oro y de divisas, han tenido que devaluar su misma moneda!. (14)
El 30 de enero de 1939, declaraba Hitler en respuesta a la crítica contra el trueque: "El sistema alemán de dar por un trabajo realizado noblemente un contrarendamiento también noblemente realizado, constituye una práctica más decente que el pago por divisas que un año más tarde han sido desvalorizadas en un tanto por ciento cualquiera. Hoy nos reímos de esa época en que nuestros economistas pensaban con toda seriedad que el valor de una moneda se encuentra determinado por las existencias en oro y divisas depositadas en las cajas de los bancos del Estado y, sobre todo, que el valor se encontraba garantizado por estas. En lugar de ello hemos aprendido a conocer que el valor de una moneda reside en la energía de la producción de un pueblo”.
El ex Primer ministro francés Paul Reynard, narra en sus "Revelaciones" que, en 1923 se trabajaban en Alemania 8.999 millones de horas y en Francia 8.184 millones. En 1937 (bajo el sistema Nacionalsocialista que absorbió a todos los cesantes) se trabajaban en Alemania 16.201 millones de horas, y 6.179 en Francia. Como resultado, la producción industrial y agraria de Alemania llegó a sextuplicarse en algunos ramos y así la realidad trabajo fue imponiéndose a la ficción oro. Un viejo anhelo de la filosofía idealista alemana iba triunfando aún en el duro terreno de la economía. (15)
Pero la riqueza la crea el trabajo sólo cuando este se realiza en un ambiente de orden y alegría profunda. Riqueza son las máquinas, los instrumentos que se exportan y se intercambian, los inventos que permiten ir dominando la Naturaleza hermética y hostil, los descubrimientos de los investigadores científicos que le arrancan sus secretos y contribuyen a mejorar las condiciones de la vida, las creaciones de la artesanía y del arte, la disciplina y la paz interna que hacen posible y alimentan la colaboración entre los conciudadanos. El oro no es más que un triste medio, un instrumento de cambio. Pero si se tiene en cuenta que la realidad es que no circula, ni siquiera en las naciones que lo poseen, en que su función es reemplazada por papel moneda, o sea, un signo de confianza en la existencia de una riqueza metalica e infecunda ¿cómo no lo ha de cumplir con facilidad dentro de una nación el signo de confianza en su propia laboriosidad creadora, y fuera de ella los productos reales y efectivos de su trabajo, es decir, la riqueza ya creada y apta para la exportación?, y si se pueden intercambiar los productos propios y las materias primas entre las naciones, ¿para qué hacer intervenir en el intercambio a un tercero que nos suministre su oro y que haga triangular la operación, con la única ventaja de reportarle a él un beneficio cuando no el logro de un control en la economía de los países a los cuales les "suministra" ese oro?. (16)
Es obvio que esto entraba en pugna con los intereses de una de las ramas del judaísmo que halla más cómodo y rentable amasar fortunas en hábiles especulaciones, monopolios o transacciones de Bolsa que forjar patrimonios mediante el trabajo constructivo. Esta desmedida ambición de los poderes capitalistas supranacionales ya había sido denunciada por el filósofo francés Gustave Bon, quien, en su obra "La Civilización de los Arabes" había escrito "Los reyes del siglo en que luego entraremos serán aquellos que mejor sepan apoderarse de las riquezas. Los judíos poseen esta aptitud hasta el extremo que nadie ha igualado todavía". (17)
Hitler se destacaba como el mayor opositor a esos detentadores del oro internacional y ya desde 1923 había dejado escrito que el Capital debe hallarse sometido a la Supremacía de la nación en vez de figurar como una potencia internacional independiente. El capital decía debe actuar en favor de la soberanía de la nación en lugar de convertirse en el amo de ésta. Es inaceptable que el capital pretenda regirse leyes internacionales atendiendo únicamente a lograr su propio incremento. En las democracias la economía ha logrado imponerse al interés de la colectividad y si para sus conveniencias utilitarias es más atractivo financiar a los especuladores que a los productores de víveres puede hacerlo sin ningún obstáculo. De idéntica forma puede ayudar más a los capitalistas extranjeros que a los propios si de esa forma obtiene mayores dividendos. El bien de la patria y de la nacionalidad no cuentan para nada en la "Ciencia Económica" del becerro de oro. (18)
Una vez afianzada la economía Nacionalsocialista pudo anunciar Hitler el 10 de diciembre de 1940: "Estoy convencido de que el oro se ha vuelto un medio de opresión sobre los pueblos. No nos importa carecer de él. El oro no se come. Tenemos en cambio la fuerza productora del pueblo alemán... En los países capitalistas el pueblo existe para la economía y la economía para el capital. Entre nosotros ocurre al revés: El capital existe para la economía y la economía para el pueblo. Lo primero es el pueblo y todo lo demás son solamente medios para obtener el bien del pueblo. Nuestra industria de armamento podría repartir dividendos del 75, 140 o 160 por ciento... Creo que es suficiente un seis por ciento... Cada consejero en los países capitalistas asiste una vez al año a una junta; oye un informe, que a veces suscita discusiones. Y por este trabajo recibe anualmente 60.000, 80.000 o 100.000 marcos. Esas prácticas inicuas las hemos borrado entre nosotros. A quienes con su genio y laboriosidad han hecho o descubierto algo que sirve grandemente a nuestro pueblo, les otorgamos y lo merecen - la recompensa apropiada. ¡Pero no queremos zánganos!". (19)
Carlos Roel en su obra "Hitler y el Nazismo", escribe: "La judería se alarmó, pues siendo el acaparamiento del oro y el dominio de la Banca sus medios de dominación mundial, significaba un grave peligro para ello el triunfo de un Estado que podría pasarse sin oro, y además, desvincular sus instituciones de crédito de la red internacional israelita, ya que muchos otros se apresurarían a imitarlo. ¿Cómo evitar ese peligro? No había sino una forma, aniquilar a Alemania" (23). El citado autor agrega en su obra que esos amos del crédito llevaban a cabo fabulosas especulaciones a costa de las comunidades nacionales; fundando monopolios y provocando artificialmente crisis y carestías. Y como estaban en condiciones de elevar o de abaratar los valores de la bolsa a su libre albedrío sus perspectivas de lucro se volvían prácticamente infinitas. (24)
"Hitler ponía en práctica el patrón Trabajo, opuesto al patrón Oro. En sus relaciones comerciales internacionales preconizaba el "barter" (intercambio) y estaba dispuesto a no aceptar los préstamos bancarios extranjeros (la Banca alemana había sido embridada y puesta al servicio del Reich). Esto era fatal para la Alta Finanza Internacional, no ya por el hecho de haber perdido al importante mercado alemán, sino por el peligro que representaba el Reich, en su doble vertiente de su expansión económica y de ejemplo para otros países que desearan romper las cadenas de la Kapinter…"En plena guerra, en Alemania, no se habla de la necesidad de aumentar los impuestos, ni de estimular el ahorro ni de lanzar enormes empréstitos de guerra. Muy al contrario. Recientemente acaba de abolirse un importante impuesto. El dinero es tan abundante que, desde nuestro punto de vista, no tiene explicación. Hitler parece haber descubierto el secreto de trabajar sin un sistema financiero clásico y haber puesto en marcha un sistema basado en el movimiento perpetuo" ("The Times", Londres, 11 y 13 X 1940 y 15 X 1940).
"Mucho se habla de los "negocios de guerra" y los beneficios de los fabricantes de armamento, pero ésta es una causa circunstancial. La razón principal siempre estribó en que la política financiera de Hitler, significaba, a la corta o a la larga y más a la corta que a la larga el fin de lo que actualmente se denomina el Establishment: La Finanza Internacional".
"A nuestros ojos, el oro no es un factor de valor, sino un solo elemento de opresión y dominación de los pueblos. Si no tenemos oro tenemos, en cambio, la fuerza del trabajo. Y la fuerza del trabajo alemán es nuestro oro. Solo el trabajo crea nuevo trabajo. No es el dinero que lo crea". Adolf Hitler, discurso sobre Economía pronunciado el 10 de Diciembre de 1940.
Notas:
2) Alan Bullock, en "Hifier". Ed. Bruguera.
3) Ver Joaquín Bochaca. "El enigma capitalista". Toda la genial idea de Hitler se basaba en un fundamento principal: Oponer el trabajo al oro. Hecho esto, el dominio económico mundial desaparece.
4) Ver Pujol, en "Alemania o la propiedad sin oro”. Revista "Aspa". 1936.
5) Hugo Wast, en "Oro"(El Kahal). Buenos Aires, 1938.
6) Ver Pujol opción citada.
8) Ver Salvador Borrego, "El Trono del Oro" en su obra "Derrota Mundial". México.
11) Citado por S. Borrego, Op. cit.
12) Idem.
13) Idem.
14) Citado por Cesare Santoro en "Socialismo Nacional frente a Socialismo Internacional". Biblioteca de Ciencias Políticas y Sociales. México.
15) Citado por Salvador Borrego, op. cit.
16) Ver Pujol en su citado trabajo de "Aspa".
17) Idem.
18) Idem.
19) Idem.
20) Alan Bullock, op. cit.
23) Salvador Borrego, op. cit.
24) Idem.
Otras fuentes consultadas: "Europa Nacionalrevolucionaria". CEDADE. Premios Nobel y genios Populares en el ambito fascista europeo."Seis meses con los nazis". Cesar González Ruano. "La Nación". "El III Reich, voluntad de poder". Biblioteca gráfica Noquer. Barcelona. "Armas secretas alemanas". Brian Ford. "CEDADE" números de la revista pública. "Armas que conmovieron al mundo", de Vicente Segrellos. Ediciones Afha.
Este texto apareció en la Revista CEDADE. Número 138 de Febrero de 1985.
Escribía con acierto un tal Pujol a mediados de los años treinta en la revista "Aspa" (4)que si un taumaturgo animado de ideas subversivas hiciera volatilizarse súbitamente el hierro del mundo, produciría una catástrofe inmensa. Las ciudades modernas se vendrían abajo de repente; desaparecerían los buques y las locomotoras; se perderían un sinfin de instrumentos de trabajo; sería como si no hubiesen existido nunca el automovilismo o la aviación; quedarían sin cultivar las tierras. Pero que este mismo taumaturgo hiciese desaparecer todo el oro habido en el planeta y la única contrariedad que ocasionaría sería que algunos millares de personas perderían parte de su dentadura. Ni para la alimentación del hombre ni para la construcción de nada esencial se echaría de menos al oro. Tan inútil es que de hecho no se emplea sino como un fetiche, bien encerrado en determinados sótanos bancarios.
El oro es el fetiche que el Sistema de la Finanza Internacional esgrime como medio de dominación mundial. Decía Hugo Wast en su obra "Oro" (5) que "mientras los otros pueblos manejan la espada, el judío, arrinconado en el Ghetto, aprendía los secretos del oro. A medida que lo acaparaba, y a fin de aumentar su valor, sus financistas iban haciendo penetrar en las universidades y en los libros cristianos, como un dogma económico (pero del cual se mofarían los siglos venideros): "no puede haber moneda sana que no tenga por garantía el oro".
Pero este poder internacional lo que esgrime como arma no es el oro en sí, metal pesado, difícil de transportar y de manejar en grandes cantidades, sino el "fantasma"del oro, la representación nominal, la sombra del oro. Arguyendo que en tales o cuales sótanos bancarios lo tienen encerrado como a un animal fabuloso, capaz de originar los mayores desastres, mostrando los papeles que acreditan tenerlo allí realmente, la Finanza sionista ha logrado durante muchos años intimidar al mundo. En torno a la potencia misteriosa de ese fetiche se ha construido una especie de ciencia esotérica mejor una pseudociencia disfrazada de grandes ropajes de disquisiciones abstrusas - cuyo conocimiento monopolizan ciertos "técnicos" al servicio del poder sionista de la Finanza (6)…
…Ante el espectáculo de los pueblos sometidos al sistema económico capitalista, y queriendo Hitler sustraer a Alemania a tal esclavitud, afirmaba rotundamente que "el pueblo no vive para la Economía y la Economía no existe para el Capital, sino que es el Capital quien sirve a la Economía y la Economía al Pueblo".Había demostrado a su vez con hechos palpables que la riqueza no es el oro sino el trabajo. Y así iba quedando en entredicho la aberración de que el dinero debe privar por encima de los valores del espíritu. Hitler había recibido, como vimos, una Alemania arruinada tras la derrota de 1918 y por las sanciones económicas impuestas, y exhausta a causa de la gran crisis y de las luchas internas. Con sus nuevas fórmulas económicas pero no menos gracias a su férrea voluntad y a la inteligencia y disciplina de un pueblo - Hitler estaba elevando a la minúscula Alemania al rango de gran potencia internacional. El presidente americano Roosevelt, que había ascendido al poder al mismo tiempo que Hitler, gobernando un país 19 veces mayor que el Reich, contando con recursos económicos infinitamente superiores y dotado de vastos campos agrícolas y fértiles tierras, no lograba encontrar el medio de dar trabajo a sus once millones de parados. Ni siquiera Inglatarra y Francia, pese a sus imperios coloniales, lograban librarse de las secuelas de la gran crisis al seguir estando sometidas al Sistema del becerro de oro (8).
Lo importante para Hitler no era el tener cierta cantidad de oro en una gaveta o en un sótano de banco, sino el que las gentes comiese lo mejor posible, que viviesen en casas higiénicas, decorosas y estéticas, que pudiesen trasladarse cómoda y fácilmente de un lugar a otro en medios de locomoción propios o públicos, se vistiesen con decencia y elegancia, dispusiesen de libros, de objetos artísticos, de centros de cultura, de escuelas, universidades y museos, que tuviesen teatros, lugares de esparcimiento físico y recreativos, templos para el culto divino y, por supuesto, medios de defensa. El oro no crea nada y sin creación de riqueza, ¿cómo habría de conseguirse y sostenerse un estado de prosperidad y de bienestar como el descrito?.
Si los "superdotados" de la denominada "Ciencia Económica" alegaban que tales tierras no podían dedicarse al cultivo ni emplear en ellas a un determinado número de parados a consecuencia de que no había dinero para llevar a cabo tal empresa, esta razón era generalmente aceptada. Pero el sistema Nacionalsocialista se desentendía de que hubiese o no divisas en las cajas bancarias u oro en sus sótanos; lo que hacia era emitir el dinero papel necesario; con esas tierras puestas en cultivo creaba una nueva fuente de trabajo, empleaba a su vez a los cesantes y con ello aumentaba la producción. Este mismo aumento de la producción era la garantía de la anterior emisión de dinero que se había lanzado. De esta forma, en vez de ser el oro el que apuntalase el billete de banco, era el trabajo quien lo sostenía. Dicho en palabras del propio Hitler: "La riqueza no es el dinero sino el trabajo mismo".
Si en determinado lugar se contaba con individuos sanos, capaces de desempeñar un trabajo, y a su vez habían obras que llevar a cabo, el Sistema financista preguntaba si además, había dinero, pues sin este tercer requisito las obras no daban comienzo y los parados continuaban como tales. El sistema Nacionalsocialista no preguntaba por el tercer requisito, el dinero, pues la producción que llevarían a cabo los hombres puestos manos a la obra, fruto de su trabajo, era un valor en sí mismo. Y todo valor, toda riqueza (en este caso el de las obras realizadas) ha de estar representado por un dinero. En definitiva, el dinero viene luego, y sólo como símbolo de ese valor intrínseco y verdadero. Hitler había advertido: "No poseemos oro, mas el oro de Alemania es la capacidad de trabajo del pueblo alemán. La riqueza no está en el dinero, sino en el trabajo". Los embaucadores internacionales, paladines del becerro de oro, clamaban horrorizados que aquello era una pura herejía que atentaba contra la infalible "Ciencia Económica" erigida en tabú. Hitler refutaba que "el crimen no es atentar contra ciertos principios de una tal pseudo ciencia económica sino el mantener cesantes indefinidamente a millones de individuos sanos y fuertes".La inflación decía Hitler no la provoca el aumento de la circulación monetaria, nace el día en que se exige al comprador, por el mismo suministro, una suma superior que la exigida la víspera. Allí es donde hay que intervenir. Incluso a Schacht tuve que empezar a explicarle esta verdad elemental: Que la causa esencial de la estabilidad de nuestra moneda había que buscarla en los campos de concentración. La moneda permanece estable en cuanto los especuladores van a un campo de trabajo. Tuve igualmente que hacerle comprender a Schacht que los beneficios excesivos deben retirarse del ciclo económico."Todas estas cosas son simples y naturales. Lo fundamental es no permitir que los judíos metan en ellas sus narices. La base de la política comercial judía reside en hacer que los negocios llegasen a ser incomprensibles para un cerebro normal. Se extasía uno ante la ciencia de los grandes economistas. ¡Al que no comprende nada se le califica de ignorante! En el fondo, la única razón de la existencia de tales argucias es que lo enredan todo... Sólo los profesores no han comprendido que el valor del dinero depende de las mercancías que el dinero tiene detrás. Dar dinero es únicamente un problema de fabricación de papel. Toda la cuestión es saber si los trabajadores producen en la medida de la fabricación de papel. Si el trabajo no aumenta y por tanto la producción queda al mismo nivel, el aumento de dinero no les permitirá comprar más cosas que las que compraban antes con menos dinero. Evidentemente esta teoría no hubiera podido suministrar la materia de una disertación científica. Al economista distinguido le importaba sobre todo exponer ideas envueltas en frases sibilinas". "Demostré a Zwiedineck que el Patrón Oro, la cobertura de la moneda, eran puras ficciones, y que me negaba en el futuro a considerarlas como venerables e intangibles; que a mis ojos el dinero no representaba nada más que la contra partida de un trabajo y que no tenía por tanto valor más que en la medida que representase trabajo realmente efectuado. Precisé que allí donde el dinero no representaba trabajo, para mí carecía de valor…”.
Alemania no era la hermética Rusia, sino todo lo contrario. Todo el que quiso cerciorarse de aquella gran verdad pudo comprobarlo e informar sobre el propio terreno. A España llegaban las informaciones de prensa desde el Reich a través del corresponsal de "ABC" César González Ruano, autor de una serie de magníficos reportajes al respecto. Economistas de un sinfín de países comprobaban sorprendidos aquellos éxitos. El norteamericano Radcliffe Collage tuvo a bien enviar a la capital alemana al economista antinazi Máxime Y. Sweezy, quien refleja sus impresiones al respecto en su obra "La Economía Nacional Socialista": El pensamiento occidental, cegado por los conceptos de una economía arcaica, creyó que la inflación, la falta de recursos, o una revolución, condenaban a Hitler al fracaso... Mediante obras públicas y subsidios para trabajos de construcción privada se logró la absorción de los cesantes. Se cuidó de que los trabajadores de determinada edad, especialmente aquellos que sostenían familias numerosas, tuvieran preferencia sobre los de menor edad y menores obligaciones... Se desplazó a los jóvenes desocupados hacia esferas de actividad de carácter más social que comercial, como los Cuerpos del Servicio del Trabajo, de Auxilios Agrícolas y de Trabajo Agrícola Anual.
"En el otoño de 1936 ya no existía duda alguna sobre el éxito del primer plan cuatrienal. La desocupación había dejado de ser un problema e inclusive se necesitaban más obreros. El segundo plan cuatrienal quedó bajo la dirección del general Göring, cuya principal meta era independizar a Alemania de todos los víveres y materias primas importadas...
"La estabilización de precios que resultó de la intervención oficial Nacionalsocialista debe conceptuarse como un éxito notable, único en la historia económica desde la revolución industrial." (11).
Y, ¿cómo había logrado Adolfo Hitler tan milagrosa transformación si Alemania carecía de oro en sus bancos y en sus minas, y de divisas en sus reservas?. Desde luego la fórmula no era un secreto, pero resultaba inverosímilmente simple ante tanta disquisición pseudocientífica de la enrevesada economía financiera sionista que los poderes del Sistema habían hecho circular por el mundo. Se basaba, principalmente, en el citado principio de que "la riqueza no es el dinero sino el trabajo". En consecuencia, si era el dinero lo que faltaba, se emitía, y si los embaucadores de la Alta Finanza alegaban que tal cosa era una herejía, bastaba con aumentar la producción y con regular los salarios y los capitales para que no se produjera ningún crack económico. Cuando la masa de billetes que circula en un país está en proporción de sus necesidades comerciales y de su producción, esos billetes conservan intacto su valor habitual, aunque no tengan ni un gramo de oro como garantía. El citado economista norteamericano Sweezy pudo comprobar como se daba ese audaz paso económico, escribiendo a posteriori: "Los dividendos mayores del 6 % debían ser invertidos en empréstitos públicos. Se considera que el aumento de billetes es malo, pero esto no tiene gran importancia cuando se regulan los salarios y los precios, cuando el gobierno monopoliza el mercado de capitales y cuando la propaganda oficial entusiasma al pueblo" (12)…
…la influencia de los sionistas se neutralizó a fin de que no afectara al resto de trabajadores, "con objeto de que el contagio fuera mínimo"; y las ganancias de los negociantes se redujeron a límites razonables. (13)
La importancia que la economía Nacionalsocialista atribuía a la producción no sólo era como medida de lucha contra la desocupación, como hemos podido constatar, sino como capital efectivo de la nación.
Nuestra misión en el futuro será también la de preservar de ilusiones al pueblo, alemán. La peor ilusión es la de creer que se puede gozar de algo que anteriormente no ha sido creado y producido por el trabajo. Con otras palabras: Nuestro deber en el futuro será también el de hacer comprender a todo alemán, tanto de la ciudad como del campo, que el valor de su trabajo siempre debe ser igual al de su salario. Es decir, el labrador sólo puede recibir a cambio de los productos que obtiene de la tierra aquello que el obrero de la ciudad ha alcanzado anteriormente con su trabajo y este último a su vez sólo puede recibir lo que el labrador ha conseguido arrancar del suelo y todos entre sí sólo pueden cambiar aquello que producen; la moneda sólo sirve para desempeñar su papel de medidora; en sí misma no posee ningún valor propio. Todo marco que se pague de más en Alemania presupone que el trabajo ha sido aumentado por el valor de un marco, pues de lo contrario este marco es un simple pedazo de papel desprovisto de todo poder adquisitivo. Sin embargo, nosotros queremos que nuestro marco continúe siendo un papel honrado, una orden de pago por el producto de un trabajo igualmente honrado, la única y efectiva. Por esta razón hemos sido capaces, sin oro y sin divisas, de mantener el valor del marco alemán y con ello hemos asegurado el valor de nuestros depósitos de Caja de Ahorros en una época en que aquellos países, que rebosaban de oro y de divisas, han tenido que devaluar su misma moneda!. (14)
El 30 de enero de 1939, declaraba Hitler en respuesta a la crítica contra el trueque: "El sistema alemán de dar por un trabajo realizado noblemente un contrarendamiento también noblemente realizado, constituye una práctica más decente que el pago por divisas que un año más tarde han sido desvalorizadas en un tanto por ciento cualquiera. Hoy nos reímos de esa época en que nuestros economistas pensaban con toda seriedad que el valor de una moneda se encuentra determinado por las existencias en oro y divisas depositadas en las cajas de los bancos del Estado y, sobre todo, que el valor se encontraba garantizado por estas. En lugar de ello hemos aprendido a conocer que el valor de una moneda reside en la energía de la producción de un pueblo”.
El ex Primer ministro francés Paul Reynard, narra en sus "Revelaciones" que, en 1923 se trabajaban en Alemania 8.999 millones de horas y en Francia 8.184 millones. En 1937 (bajo el sistema Nacionalsocialista que absorbió a todos los cesantes) se trabajaban en Alemania 16.201 millones de horas, y 6.179 en Francia. Como resultado, la producción industrial y agraria de Alemania llegó a sextuplicarse en algunos ramos y así la realidad trabajo fue imponiéndose a la ficción oro. Un viejo anhelo de la filosofía idealista alemana iba triunfando aún en el duro terreno de la economía. (15)
Pero la riqueza la crea el trabajo sólo cuando este se realiza en un ambiente de orden y alegría profunda. Riqueza son las máquinas, los instrumentos que se exportan y se intercambian, los inventos que permiten ir dominando la Naturaleza hermética y hostil, los descubrimientos de los investigadores científicos que le arrancan sus secretos y contribuyen a mejorar las condiciones de la vida, las creaciones de la artesanía y del arte, la disciplina y la paz interna que hacen posible y alimentan la colaboración entre los conciudadanos. El oro no es más que un triste medio, un instrumento de cambio. Pero si se tiene en cuenta que la realidad es que no circula, ni siquiera en las naciones que lo poseen, en que su función es reemplazada por papel moneda, o sea, un signo de confianza en la existencia de una riqueza metalica e infecunda ¿cómo no lo ha de cumplir con facilidad dentro de una nación el signo de confianza en su propia laboriosidad creadora, y fuera de ella los productos reales y efectivos de su trabajo, es decir, la riqueza ya creada y apta para la exportación?, y si se pueden intercambiar los productos propios y las materias primas entre las naciones, ¿para qué hacer intervenir en el intercambio a un tercero que nos suministre su oro y que haga triangular la operación, con la única ventaja de reportarle a él un beneficio cuando no el logro de un control en la economía de los países a los cuales les "suministra" ese oro?. (16)
Es obvio que esto entraba en pugna con los intereses de una de las ramas del judaísmo que halla más cómodo y rentable amasar fortunas en hábiles especulaciones, monopolios o transacciones de Bolsa que forjar patrimonios mediante el trabajo constructivo. Esta desmedida ambición de los poderes capitalistas supranacionales ya había sido denunciada por el filósofo francés Gustave Bon, quien, en su obra "La Civilización de los Arabes" había escrito "Los reyes del siglo en que luego entraremos serán aquellos que mejor sepan apoderarse de las riquezas. Los judíos poseen esta aptitud hasta el extremo que nadie ha igualado todavía". (17)
Hitler se destacaba como el mayor opositor a esos detentadores del oro internacional y ya desde 1923 había dejado escrito que el Capital debe hallarse sometido a la Supremacía de la nación en vez de figurar como una potencia internacional independiente. El capital decía debe actuar en favor de la soberanía de la nación en lugar de convertirse en el amo de ésta. Es inaceptable que el capital pretenda regirse leyes internacionales atendiendo únicamente a lograr su propio incremento. En las democracias la economía ha logrado imponerse al interés de la colectividad y si para sus conveniencias utilitarias es más atractivo financiar a los especuladores que a los productores de víveres puede hacerlo sin ningún obstáculo. De idéntica forma puede ayudar más a los capitalistas extranjeros que a los propios si de esa forma obtiene mayores dividendos. El bien de la patria y de la nacionalidad no cuentan para nada en la "Ciencia Económica" del becerro de oro. (18)
Una vez afianzada la economía Nacionalsocialista pudo anunciar Hitler el 10 de diciembre de 1940: "Estoy convencido de que el oro se ha vuelto un medio de opresión sobre los pueblos. No nos importa carecer de él. El oro no se come. Tenemos en cambio la fuerza productora del pueblo alemán... En los países capitalistas el pueblo existe para la economía y la economía para el capital. Entre nosotros ocurre al revés: El capital existe para la economía y la economía para el pueblo. Lo primero es el pueblo y todo lo demás son solamente medios para obtener el bien del pueblo. Nuestra industria de armamento podría repartir dividendos del 75, 140 o 160 por ciento... Creo que es suficiente un seis por ciento... Cada consejero en los países capitalistas asiste una vez al año a una junta; oye un informe, que a veces suscita discusiones. Y por este trabajo recibe anualmente 60.000, 80.000 o 100.000 marcos. Esas prácticas inicuas las hemos borrado entre nosotros. A quienes con su genio y laboriosidad han hecho o descubierto algo que sirve grandemente a nuestro pueblo, les otorgamos y lo merecen - la recompensa apropiada. ¡Pero no queremos zánganos!". (19)
Carlos Roel en su obra "Hitler y el Nazismo", escribe: "La judería se alarmó, pues siendo el acaparamiento del oro y el dominio de la Banca sus medios de dominación mundial, significaba un grave peligro para ello el triunfo de un Estado que podría pasarse sin oro, y además, desvincular sus instituciones de crédito de la red internacional israelita, ya que muchos otros se apresurarían a imitarlo. ¿Cómo evitar ese peligro? No había sino una forma, aniquilar a Alemania" (23). El citado autor agrega en su obra que esos amos del crédito llevaban a cabo fabulosas especulaciones a costa de las comunidades nacionales; fundando monopolios y provocando artificialmente crisis y carestías. Y como estaban en condiciones de elevar o de abaratar los valores de la bolsa a su libre albedrío sus perspectivas de lucro se volvían prácticamente infinitas. (24)
"Hitler ponía en práctica el patrón Trabajo, opuesto al patrón Oro. En sus relaciones comerciales internacionales preconizaba el "barter" (intercambio) y estaba dispuesto a no aceptar los préstamos bancarios extranjeros (la Banca alemana había sido embridada y puesta al servicio del Reich). Esto era fatal para la Alta Finanza Internacional, no ya por el hecho de haber perdido al importante mercado alemán, sino por el peligro que representaba el Reich, en su doble vertiente de su expansión económica y de ejemplo para otros países que desearan romper las cadenas de la Kapinter…"En plena guerra, en Alemania, no se habla de la necesidad de aumentar los impuestos, ni de estimular el ahorro ni de lanzar enormes empréstitos de guerra. Muy al contrario. Recientemente acaba de abolirse un importante impuesto. El dinero es tan abundante que, desde nuestro punto de vista, no tiene explicación. Hitler parece haber descubierto el secreto de trabajar sin un sistema financiero clásico y haber puesto en marcha un sistema basado en el movimiento perpetuo" ("The Times", Londres, 11 y 13 X 1940 y 15 X 1940).
"Mucho se habla de los "negocios de guerra" y los beneficios de los fabricantes de armamento, pero ésta es una causa circunstancial. La razón principal siempre estribó en que la política financiera de Hitler, significaba, a la corta o a la larga y más a la corta que a la larga el fin de lo que actualmente se denomina el Establishment: La Finanza Internacional".
"A nuestros ojos, el oro no es un factor de valor, sino un solo elemento de opresión y dominación de los pueblos. Si no tenemos oro tenemos, en cambio, la fuerza del trabajo. Y la fuerza del trabajo alemán es nuestro oro. Solo el trabajo crea nuevo trabajo. No es el dinero que lo crea". Adolf Hitler, discurso sobre Economía pronunciado el 10 de Diciembre de 1940.
Notas:
2) Alan Bullock, en "Hifier". Ed. Bruguera.
3) Ver Joaquín Bochaca. "El enigma capitalista". Toda la genial idea de Hitler se basaba en un fundamento principal: Oponer el trabajo al oro. Hecho esto, el dominio económico mundial desaparece.
4) Ver Pujol, en "Alemania o la propiedad sin oro”. Revista "Aspa". 1936.
5) Hugo Wast, en "Oro"(El Kahal). Buenos Aires, 1938.
6) Ver Pujol opción citada.
8) Ver Salvador Borrego, "El Trono del Oro" en su obra "Derrota Mundial". México.
11) Citado por S. Borrego, Op. cit.
12) Idem.
13) Idem.
14) Citado por Cesare Santoro en "Socialismo Nacional frente a Socialismo Internacional". Biblioteca de Ciencias Políticas y Sociales. México.
15) Citado por Salvador Borrego, op. cit.
16) Ver Pujol en su citado trabajo de "Aspa".
17) Idem.
18) Idem.
19) Idem.
20) Alan Bullock, op. cit.
23) Salvador Borrego, op. cit.
24) Idem.
Otras fuentes consultadas: "Europa Nacionalrevolucionaria". CEDADE. Premios Nobel y genios Populares en el ambito fascista europeo."Seis meses con los nazis". Cesar González Ruano. "La Nación". "El III Reich, voluntad de poder". Biblioteca gráfica Noquer. Barcelona. "Armas secretas alemanas". Brian Ford. "CEDADE" números de la revista pública. "Armas que conmovieron al mundo", de Vicente Segrellos. Ediciones Afha.
Este texto apareció en la Revista CEDADE. Número 138 de Febrero de 1985.
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